En un principio Palma fue un asentamiento talayótico, hasta que los romanos desembarcaro
n en Mallorca, fundando la ciudad. El recinto amurallado se encontraba en lo que hoy en día es el barrio de la catedral, siendo sus límites el mar, el torrente conocido como la Riera, i las plazas de Cort i Santa Eulalia. Tras la caída del imperio Romano de Occidente, Palma fue ocupada por vándalos y bizantinos, hasta la ocupación árabe en el 903 d.c. Finalmente, en 1229 los catalanes conquistaron la ciudad, y ésta experimentó una larga y tranquila época de prosperidad como centro de comercio del Mediterráneo, que duró hasta el siglo XVI, debido a la caída de Constantinopla y la irrupción del imperio Otomano en el Mediterráneo.
La creciente inseguridad y la aparición de la artillería de pólvora provocaron la construcción de las murallas renacentistas de Palma, en 1596. Éstas constituirían el límite físico de la ciudad hasta su demolición y creación del ensanche de finales del siglo XIX.
Hoy en día, el casco antiguo de Palma, al igual que Ciutat Vella en Barcelona, conserva importantísimas trazas de sus épocas pasadas. Si bien los vestigios romanos (amarillo) son casi imperceptibles, el antiguo cauce de la Riera (actualmente desviada) constituye uno de los paseos más emblemáticos de la ciudad, el Born (azul). Los árabes dejaron grandes construcciones monumentales, como el palacio de la Almudaina, conservado, y una gran mezquita sobre la que el Rey Jaime I el Conquistador edificó la actual catedral. También de la edad media, como en Barcelona, conservamos la principal estructura viaria, las numerosas iglesias góticas y grandes palacios señoriales.
Finalmente, las murallas renacentistas (rojo), conservadas actualmente solo en la fachada marítima, fueron demolidas en el resto de la ciudad, originando las actuales avenidas, anillo de circulación perimetral importantísimo y que además confiere a Palma su peculiar e inconfundible forma estrellada.