dimarts, 1 de març del 2011

Dos orígenes distintos, dos ciudades distintas

(Imagen: plaza en el lateral de la Basílica de Santa Maria, en Vilafranca. Vista en http://www.flickr.com/photos/mrosa-ferre/)
Que Vilafranca, una ciudad pequeña situada en un valle, y Barcelona se parecen en poco hoy día es algo fácil de imaginar. Sin embargo, es destacable ver que, incluso en su origen, distan mucho entre sí.
Barcelona nace como tal en la época romana, aprovechando cierto yacimiento íbero sobre el Mons Taber, y justificándose posiblemente en su proximidad al mar. Vilafranca, en cambio, nace en el siglo XII al amparo de una antigua torre ubicada en la Via Augusta, llamada la Torre Dela (de la cual no se conoce la ubicación exacta), y luego apoyada por favores reales en la fiscalidad -de ahí el nombre "Vila Franca", Villa libre de impuestos- y por la potencia de su mercado, que desde sus orígenes hasta la actualidad cubre toda la comarca.
Así, con ventajas fiscales, bien comunicada y situada en una zona poco conflictiva bélicamente al estar aislada del mar y del interior por dos cordilleras, Vilafranca nació y dio sus primeros pasos como una población rica; una suerte que no tuvo Barcelona.
Por lo demás, diferentes orografías dieron lugar a diferentes ciudades. Vilafranca es la ciudad de referencia de toda una comarca, el Penedès: un llano entre montañas, cruzado por la Vía Augusta y en el cual se ubican multitud de pequeñas poblaciones, muchas de ellas sobre dicha vía. Eso hace que crezca de un modo más bien "doble lineal", en inicio dilatándose a lo largo del eje de la Vía Augusta, y siglos más tarde a lo largo de la vía del tren y la N-340. Barcelona tiene siempre cierta jerarquía sobre las poblaciones del llano que la rodea, al ser mucho más antigua y estar mejor ubicada, y crece simplemente "ocupando" el terreno que tiene a su alrededor conforme su propio espacio entre murallas va colapsando.
Así pues, queda claro que ambas ciudades ejemplifican dos modos distintos de originar una ciudad, con dos procesos también diferentes y, aunque sólo cincuenta kilómetros las separen, generando dos ciudades de carácter totalmente distinto.