Barcelona es un claro ejemplo. Solo hace falta echar una ojeada cuando paseas por Ciutat Vella y observar la cantidad de turistas que inundan sus calles. ¿Será porque no estamos acostumbrados a pasear por calles estrechas, sin ningún trazado en particular, sin ejes que te indiquen hacia donde dirigirte, sin visuales lejanas? ¿Será por ir descubriendo, a medida que avanzas, pequeñas plazas o espacios de reunión que invitan a quedarse y observar lo que ocurre? ¿Será por la piedra,el visible paso del tiempo en las fachadas?...
En Logroño ocurre algo muy parecido, aunque a escala evidentemente más pequeña. El mantener en cierta forma el recuerdo de la epoca medieval, sigue presente en muchas calles del casco antiguo (C/Herrerías,C/ de los Mercaderes, C/ Carnicerías, C/ de los Baños...) ya que de la época romana no se conserva nada. Pero el trazado tortuoso, pero a la vez atractivo de ciertas partes de Ciutat Vella, se ha perdido en Logroño, y es una pena.