Como si de un planeta doble se tratase, la ciudad y Collserola tienen una relación de dependencia, la una de la otra, muy relacionada con la masa de ambas regiones. Ambas se miran constantemente, mostrándose siempre la misma cara. Barcelona necesita la montaña: es su pulmón verde, su cota de referencia, su mirador y la sede de sus telecomunicaciones. Collserola, como la Luna, sufre la atracción de una gran masa (urbana) de la que no puede escapar, que la condiciona y la ha condicionado durante toda su historia común; sin embargo, es el límite de la ciudad y culpable de la gran densidad de ésta, al dificultar físicamente su crecimiento.
A Vilafranca le sucede más o menos lo mismo con su "satélite natural", la montaña de Sant Pau. Yuxtapuesta a la población, con un tamaño de más o menos la mitad del continuo urbano (aunque, al haber cultivo entre montaña y ciudad, el ámbito resulta mucho mayor), Sant Pau es la vía de escape, el modo más asequible de ir al campo y huir de una ciudad que, aunque pequeña, se presenta muy densa y sin zonas verdes de entidad en su interior.
La gran diferencia entre un sistema planeta-satélite y uno ciudad-montaña es que las ciudades augmentan su masa frecuentemente, cambiando el centro de masas. en muchas ocasiones (véase Montjuïc) la ciudad ha acabado absorbiendo la montaña. Sant Pau, como Collserola, son hoy zonas protegidas y eso las salva de la fuerte atracción gravitacional... de momento.