Cuando caminé el barrio gótico por primera vez, tuve la sensación de adentrarme en una ciudad que podía tener distintas personalidades, una ciudad con diversidad de edificios que exigían su importancia desde el más pequeño rincón. Cada callejuela me invitaba a seguir caminando, deseosa de saber a qué sitio me llevaría, me adentraba en las venas de Barcelona para encontrar sitios espectaculares como la plaza de San Felipe Nerique, la calle del Bisbe o el pasaje del Born. Concluí entonces, que mis pies, sólo debían seguir los caminos trazados por la historia de una ciudad antigua para descubrir los secretos de una nueva ciudad.
Me parece que, aunque Xalapa no ha tenido un planeamiento urbanístico como Barcelona, aun tiene la posibilidad de encantar y sorprender desde las entrañas de su pequeño casco antiguo. Sus plazas pertenecientes a patios interiores y sus angostos callejones como el del Diamante y el de E. González, son lugares verdaderamente inspiradores para encontrar una parte de la esencia propia dentro de la ciudad.
Ahora que conozco el crecimiento de una gran ciudad como Barcelona y lo comparo con los pequeños cambios de mi ciudad, me convenzo cada vez más, de que es importante respetar el pasado de la ciudad para que tenga más cosas que contar y por lo tanto, más sensaciones que producir en el presente.